El concepto de Conurbano suele tener distintas definiciones e interpretaciones, según el tipo de conocimiento que se aplique. Por un lado, existe un conocimiento científico, basado en el análisis de datos y teorías, que a veces puede estar influenciado por las ideologías. Por otro lado, existe un conocimiento empírico, que surge de la observación y la experiencia personal, y que refleja la realidad cotidiana que nos rodea. El primero se expresa en los diccionarios y los libros académicos, y el segundo se difunde en el imaginario colectivo, es decir, lo que la mayoría de la gente cree que es. En este artículo, nos basaremos en este último tipo de conocimiento para analizar el tema en cuestión.
Cuando hablamos de Conurbano, nos referimos a ciudades que crecen desmesuradamente en su periferia, generando villas miserias, barriadas pobres y asentamientos precarios que se extienden como una mancha sobre los municipios vecinos, que también sufren la misma situación. La pobreza se propaga y se conecta en una red de villas, barrios, ciudades y delegaciones municipales. Un entramado de calles y avenidas que dificulta saber dónde empieza un municipio y dónde termina el otro.
El problema de este escenario es que está vivo, se mueve, es dinámico y nunca descansa. Va aumentando su población y va devorando más espacio vital. Por su propia naturaleza necesita expandirse. Un escenario que afecta toda la estructura de los estados municipales que forman o son parte de esta conurbanización, la cual no logra satisfacer las demandas de sus vecinos. Por lo tanto, debe priorizar a qué barrios destinar sus escasos recursos y a cuáles no. El municipio va retrocediendo, dejando espacios sin su asistencia. Un vacío que va cubriendo un nuevo actor en este esquema de poder: el narcotráfico.
Así surge un nuevo paradigma de Conurbano, dentro del imaginario colectivo, producto de la ausencia de los aparatos del Estado. No solo se expande su pobreza, sino también el narcotráfico se va extendiendo con ella. Esa expansión comienza a desarrollarse no hacia el sur bonaerense, sino al oeste, en el área que se conoce como la Segunda Sección electoral, compuesta por municipios como Zárate, Baradero, San Pedro, Ramallo, San Nicolás, Pergamino, Carmen de Areco, San Andrés de Giles entre otros. Es una región con un gran poder económico y un excelente mercado para el narcotráfico.
Cuando se ingresa a estas comunidades, como San Pedro, aún se conserva el encanto que tienen muchos pueblos del centro y sur bonaerense: apacibles, tranquilos, armónicos, desacelerados. Rutas arboladas, campos verdes, animales pastando. Trabajo y producción. Su gente aún mantiene un sentido elemental de educación: saludar con un buen día, dar un apretón de mano y mirar con una sonrisa. Gente amable, gaucha, sincera y afable. Enseguida se entra en confianza. La amistad se genera casi inmediatamente.
En estos pueblos la calidez humana, la solidaridad y la humanidad no han sido vencidas aún por el egoísmo y el individualismo de la urbanópolis conurbanense. Aquellos valores siempre han sido característicos de nuestra Provincia de Buenos Ayres y no existe nada por lo que deban ser cambiados. Ni por la globalización, la posmodernidad, el liberalismo o la progresía socialista del S.XXI. Ni por la robótica, el poshumanismo ni la inteligencia artificial. Aun así, debemos prepararnos para defender las identidades de nuestros pueblos contando con más herramientas para ello. Necesitamos municipios más fuertes, con capacidad de decidir, con autonomía plena, con control vecinal, con sus cartas orgánicas. Los municipios no son una contabilidad de votos y su pueblo no son solo votantes. Preservar nuestra esencia, nuestra idiosincrasia, cultura, tradición, saberes y decires, es un derecho. Es nuestro derecho.
Nuestros pueblos están en peligro y esta es una guerra que debemos ganar.
La situación de nuestros municipios es insostenible y requiere de un cambio urgente. Sin embargo, los actores políticos que tienen el poder de transformar esta realidad parecen estar cómodos con el statu quo. Los intendentes del Conurbano no quieren modificar este escenario porque les conviene mantener el control sobre una población dependiente y vulnerable. El gobernador tampoco desea un federalismo de base municipal, anhela mantener el centralismo y la concentración de recursos en una zona que le garantiza una gran cantidad de votos. Nadie quiere descentralizar el poder y los recursos, nadie quiere otorgar autonomía a los municipios, nadie quiere reconocer la diversidad y la pluralidad de la provincia de los bonaerenses.
Esta actitud egoísta y mezquina está generando un profundo malestar y descontento en el resto de los municipios que no forman parte del Conurbano, que se sienten abandonados, desatendidos y discriminados por el gobierno provincial. Estos municipios, que tienen una gran potencialidad productiva, social y cultural, están reclamando una mayor participación, una mayor representación y una mayor equidad en la distribución de los recursos. Están en su derecho de exigir un trato justo y digno, ante tanto destrato y desinterés. Están en su derecho de plantear la posibilidad de dividir la provincia en dos, creando una nueva provincia que respete sus intereses y sus identidades.
El Conurbano debe escuchar este reclamo, el gobernador también debe escuchar este reclamo. No se puede seguir ignorando la voz de una gran parte de la población bonaerense que pide un cambio de paradigma. Es preciso avanzar hacia un nuevo modelo de gestión provincial, que se base en la descentralización, las autonomías, el reconocimiento de nuevos municipios y la conformación de regiones productivas. Es preciso refundar por tercera vez a la provincia de Buenos Aires, recuperando sus valores históricos, culturales y tradicionales. Es preciso alejarse del peligro del narcotráfico y del egoísmo que amenazan con destruir el tejido social y comunitario de nuestros pueblos. Es preciso construir una provincia más justa, más solidaria y más democrática.
Luis Gotte
Co-autor de “Buenos Ayres Humana, la hora de tu comunidad” Ed. Fabro, 2022
Mar de Plata