Con una historia de inspiración en un tatami, comenzó la trayectoria de esta empresa familiar ubicada en Bogotá, Colombia. El pionero fue Carlos “Charlie” Vera Dieppa, quien se interesó en esa pieza tradicional japonesa para traerla al presente y darle un nuevo significado en este lado del mundo. Con ese propósito, se reunió con un tejedor de sacos de café para tomar esa técnica y desarrollar una nueva textura.
En la década de 1990, Carlos creó la primera alfombra de fique, una fibra más suave que el sisal y más resistente que el yute, que crece en la zona andina del continente americano. Esta experiencia inicial, que luego se extendió a otros materiales, fue el comienzo de la empresa que sus hijos, Tomás y Cristina Vera, fundaron después de su fallecimiento.
En 2010, los hermanos decidieron fusionar los dos apellidos paternos y lanzaron Verdi. Aunque se especializan en interiorismo, también son conocidos por crear piezas de arte y moda. Siguiendo los pasos de su padre, decidieron innovar en el modo de producción. Tomaron como referencia el formato de la denominada “mochila colombiana” y le dieron un toque de sofisticación. Utilizaron otro tipo de tejido y elementos poco comunes hasta ese momento, como el hilo de cobre.
Pero, ¿cómo lograron que este accesorio se convirtiera en el leitmotiv de moda de la marca? Conservaron la tipología y el nombre original de la mochila, pero repensaron la técnica y privilegiaron el uso de materiales tradicionales. Utilizaron fibra de plátano, seda orgánica, cuero y metales plateados para crear esas carteras en forma de cubo que requieren hasta cuatro días de mano de obra.
Esta impronta artesanal es evidente al ingresar al taller de Verdi en el barrio de las Ferias en la capital colombiana. Durante la reciente edición de Bogotá Fashion Week, los Vera mostraron in situ cómo se tejen las alfombras y los bolsos que se han vuelto emblemáticos en la escena fashionista de la región.
Visitar el taller es un viaje en el tiempo y una invitación a presenciar de cerca las técnicas ancestrales y el valor indiscutible de los materiales provistos por la naturaleza. Se pueden observar los telares horizontales manuales en acción mientras se tejen metros de tela que luego se convertirán en alfombras, cubiertas para paredes o cortinas.
También se puede apreciar al grupo de tejedoras reunidas alrededor de una mesa en el primer piso de la factoría, creando nuevos diseños en crochet que luego se convertirán en mochilas.
El objetivo de los Vera es crear un estudio de diseño latinoamericano que se convierta en un referente a nivel mundial. Por eso trabajan con fibras naturales colombianas y latinoamericanas, que los conectan con su territorio. Desean llevar esa magia a todo el mundo.
Además de retomar el descubrimiento que inició el negocio de su padre, los Vera han relanzado las alfombras originales que marcaron el comienzo de la empresa. Han creado la colección Tatami, que combina la artesanía colombiana con el estilo japonés, y la colección Heritage, elaborada con cobre y acero inoxidable con borde tejido a mano.
Otra división que se destaca es la de las piezas de arte consideradas como diseño coleccionable. Exploran materiales poco comunes utilizando saberes antiguos para crear objetos conceptuales y únicos destinados a galerías y coleccionistas. Entre ellos se destaca Macorina, una escultura con forma de péndulo hecha con más de 4 mil nudos de una fibra amazónica y cubierta de plumas, que se convierte en una hamaca.
A casi treinta años del inicio de esta historia, los Vera logran mantener la visión medioambiental de su fundador. Se centran en tres aspectos principales: la extracción de materiales sostenibles en Colombia y otras zonas de América Latina, como la fibra de fique de Santander, el yaré del Amazonas y el cumare, combinados con metales como el acero inoxidable, la plata y el cobre. Todas sus piezas son únicas, hechas a mano y con materiales nobles.