En recuerdo a esta fecha reproducimos un discurso de la Presidente de la República Isabel Martínez de Perón.
Discurso de la señora presidente María Estela Martínez de Perón
17 de octubre de 1975
Compañeros, les voy a pedir un minuto de silencio en memoria de Perón y Eva Perón.
Compañeros, muchas gracias por esta demostración de cariño que la llevaré grabada en lo más profundo de mi corazón, porque proviene de lo mejor que tenemos, que es el pueblo. Hoy hace exactamente treinta años desde que el pueblo cambió el rumbo de la historia argentina, porque el coronel Perón, aquel 17 de octubre de 1945, en esa epopeya memorable, gestó el Movimiento Nacional Justicialista.
Nadie sospechaba que los descamisados podían salir a la calle para gritar el nuevo nombre de la esperanza: el nombre del general Perón.
Pero ese día llegó, como llegó también el día de hoy. Se inició, entonces, una nueva etapa en la vida cívica argentina, con la participación protagónica del pueblo. Desde entonces, nuestras banderas se alzaron sostenidas por la mayoría peronista sobre todos los confines del país.
A su sombra y con su empuje se fue realizando una auténtica revolución que transformó los cimientos de nuestra Nación.
Hoy, a tres décadas de aquel memorable pronunciamiento popular, hacemos la pausa propicia para la reflexión serena y la autocrítica constructiva.
Desde entonces, el peronismo, en la legalidad o la proscripción, siempre estuvo presente en la vida nacional con su poderosa fuerza política.
Ello indica, compañeros, que su doctrina y sus banderas interpretan el pensamiento de las grandes mayorías argentinas.
Hace apenas dos años, siete millones de votos se han pronunciado en el país por la doctrina de nuestra revolución en paz.
Una revolución en paz no es corta, ni fácil, esta idea de la revolución en paz puede discutirse como teoría o puede fracasar en los hechos, lo que no puede hacerse es ignorarla o falsearla, cuando se ha convertido en mandato por la libre decisión del pueblo.
El devenir del tiempo nos exige ajustar nuestras banderas de justicia, independencia y soberanía de la nueva sociedad que el progreso y la evolución están construyendo en el mundo y en nuestra patria.
Somos un gran movimiento de masas con inspiración humanística y cristiana, y por eso mismo asumimos la continuidad de los valores sagrados de la tradición nacional. Por las venas del peronismo corre la misma sangre de los hombres y mujeres que hicieron la patria entregándolo todo sin pedir nada.
Debemos afrontar las exigencias de la hora. Vamos a expresar nuestras banderas en términos de diálogo y coincidencia, de unidad y cohesión nacional, de democracia y de derecho. “Concretaremos así la síntesis del pensamiento y la voluntad de los argentinos, siguiendo el proyecto y la filosofía del General Perón.
Este breve período de descanso que he tomado para reponer fuerzas, ha sido también tiempo de meditación para una toma de conciencia efectiva del pasado inmediato, el presente acuciante y el futuro triunfante.
Continuaremos el diálogo con todos los sectores representativos de la vida nacional. Ello permitirá que las medidas que se adopten con el conocimiento de las diversas opiniones tengan la efectividad que el pluralismo político que hemos propiciado y respetado genera en toda democracia.
La base es considerar un deber inexcusable de todo argentino la lucha contra la subversión, la violencia y el terrorismo.
Esta lucha debe ser sin distingos de ninguna clase en todas sus expresiones y con un solo fin que es erradicar la reacción terrorista definitivamente, y a todos aquellos que se quieren encaramar en el poder usando nuestra camiseta peronista.
La subversión ataca antes que nada al gobierno peronista, al que quiere desalojar del poder. Pretende, también, provocar una subversión sediciosa desde arriba para luchar así en un mismo terreno de ilegalidad.
Porque aquí el único heredero es el pueblo peronista. Combatiremos con decisión todos los grandes males que a diario atentan contra la nacionalidad, desde la guerrilla hasta la inmoralidad.
No dejaremos sector sin atacar y combatir. Afrontaremos nuestra responsabilidad sin titubeos ni declinaciones. Dentro del marco de la ley y el respeto haremos efectivo el pensamiento del General Perón, nuestro líder, cuando dijo que sobre todo debe hermanarnos la condición de argentinos, cualquiera fuera la militancia política, con la sola excepción de aquellos que, a través del terrorismo, destruyen la convivencia, la paz y el orden con la pretensión de arrojarnos al caos, y de algunos idiotas útiles que se prestan para que ello ocurra.
Es por ello que invito al pueblo argentino a participar de esta responsabilidad colectiva de reconstruir el país que nos exige rectificar errores, y nos preguntamos, ¿Quiénes están exentos de ello? “El que sea capaz de decirlo que arroje la primera piedra”.
Se nos acusa de tomar medidas demagógicas y apenas hace dos días las áreas competentes del gobierno nacional, conjuntamente con la Confederación General del Trabajo, interpretando fiel y responsablemente la doctrina peronista, resolvieron que lo más importante para los trabajadores es la defensa del poder adquisitivo de los salarios.
Para ello es necesario impedir que los precios sigan subiendo por el ascensor y los salarios por la escalera, como decía el general Perón. Por eso, sobre todas las cosas, acentuaremos la lucha sin pausa contra el terrorismo económico, aliado y socio de la subversión.
Hace treinta años que el pueblo se volcó en esta plaza en una jornada de lucha, no para pedir aumento de sueldo o salario, sino para rescatar a un líder que le había abierto las puertas hacia su propia dignidad, hacia su condición de dueño y artífice de su propio destino, y hacia su verdadera y propia libertad.
Esto, y no otra cosa, salimos a defender en 1945. Esto y no otra cosa, continuaremos defendiendo cada 17 de octubre.
Pido al pueblo peronista especial énfasis en el cumplimiento de nuestras responsabilidades. Tenemos que recorrer todavía un camino muy arduo, y es deber de todos hacerlo solidariamente unidos, porque esa es la fuerza más grande que podemos tener. A los dirigentes peronistas exhorto a obrar con sensatez y disciplina. El principal deber es la unidad y fortaleza, y no permitir que nada, ni nadie, pueda destruir el Movimiento Nacional Justicialista.
Reitero que el Partido Justicialista se va a reorganizar libre y democráticamente, acatando las decisiones de las bases. No habrá, en la reorganización, ni hijos ni entenados, y el afiliado será el único juez de méritos y títulos de quienes se postulen para dirigentes.
Expreso la solidaridad del Movimiento Nacional Justicialista con las Fuerzas Armadas en esta lucha decidida contra la delincuencia subversiva. Sus muertos son nuestros muertos y son testimonio de que jamás traicionaremos nuestro destino. A las fuerzas empresarias exhorto a armonizar sus legítimos intereses con las necesidades de la coyuntura económica y social, con la convicción que la grandeza del país es objetivo comunitario de primer orden.
En medio de la recesión mundial, la Argentina quiere seguir creciendo sin renunciar nunca al pleno empleo manteniendo el principio de independencia económica. A todos les pido, en nombre del general Perón, que tantas veces habló desde esta histórica Plaza de Mayo, productividad, trabajo y disciplina social en clima de paz, respeto, derecho y personalidad de cada uno.
Apoyados en la restauración de este orden social dinamizaremos la economía para ponerla al servicio del pueblo y del país. Con estas palabras que traducen el pensamiento del general Perón, expresadas tantas veces en sus discursos magistrales y las cátedras que dictaba desde esta histórica plaza, renuevo esperanzas que encendieron la vida de Eva Perón, gran heroína del 17 de Octubre, yo quiero así dejar concretado el homenaje que merece en esta celebración.
Ellos vivieron para la Patria y para su pueblo. Vivamos también nosotros para la Patria y el pueblo que tanto se lo merece.
Compañeros presentes, repito mi cariño y solidaridad de todas las horas y prometo mantener nuestras banderas en alto, en este momento tan importante. Los abrazo con el cariño más grande del mundo. Les digo, Dios los bendiga, y me despido también del pueblo diciendo: “Presente mi General”. Pido por favor, como es norma dentro de nuestras filas, que nos retiremos tranquilos en paz y orden como siempre lo hemos hecho, dando ese ejemplo justicialista; muchas gracias.