Esta frase se la atribuyen al socialista revolucionario ruso Nikolái Chernyshevski, quien escribió sobre la idea de que las condiciones de vida debían empeorar para que las masas trabajadoras se rebelaran y se unieran en una revolución. Esta visión sostenía que el sufrimiento de la población aceleraría el colapso del sistema capitalista y el surgimiento de una sociedad más justa. Será su novela “Qué hacer” (1863) la que inspirará, luego, a Lenin, quien, además, le robará el título para su tratado político escrito en 1902 que, según dicen, fue libro de cabecera de Mario Firmenich.
Cuando peor, mejor será utilizada en el contexto argentino de agitación política y social durante las décadas del ‘60 y ‘70, relacionada con la lucha de movimientos revolucionarios de izquierda, como Montoneros. En “La Sangre Derramada” de José Pablo Feinmann, intelectual orgánico de la línea de John William Cooke, se puede leer que, Frantz Fanon describía en “Los condenados de la tierra”, de 1963, que “no hay transacciones, no hay posibilidades de arreglos. La violencia es la negación de la racionalidad política y, para desplegarse, tiene que montar un escenario en el que esa racionalidad sea imposible”. Señala Fanon que la violencia no puede desplegarse en un entorno político racional y funcional. Por lo tanto, para que la violencia sea efectiva, debe crear un escenario en el que la racionalidad política esté ausente o sea ineficaz. Esto puede implicar la ruptura de instituciones democráticas, la polarización extrema y el caos social. Esta será la lógica propia utilizada por Montoneros.
Pablo Giussani, en su ensayo “Montoneros, la soberbia armada”, de 1984, analiza la aplicación de la expresión “cuando peor, mejor”, argumentando que los extremistas revolucionarios consideraban que las instituciones democráticas, incluso aquellas lideradas por gobiernos moderados como el de Arturo Illia en 1963, eran meras apariencias detrás de las cuales se escondía el fascismo. Esta perspectiva sostenía que la situación debía empeorar para que las masas se dieran cuenta de la opresión y se unieran a la resistencia. Al reprimir, estos gobiernos se quitarían sus máscaras y mostrarían su verdadero rostro fascista.
La idea de que el sufrimiento es un motor de cambio social y político tiene el potencial de justificar la violencia y la desazón humana como un medio para alcanzar fines políticos que, según parece, sigue siendo una estrategia política para la promoción de la transformación revolucionaria de la realidad social.
Por lo tanto, para estos sectores, la violencia es necesaria cuando las partes involucradas consideran que no hay margen para el diálogo y la negociación. Es un recurso extremo y destructivo, que solo puede prosperar en un entorno donde la racionalidad y el consenso político han colapsado.
Ahora, en este S.XXI, es urgente plantearnos interrogantes éticos y políticos, como, por ejemplo: ¿bajo qué circunstancias la violencia se convierte en la única opción para ciertos actores políticos? ¿Puede la política evitar la escalada de la violencia mediante la promoción de la racionalidad y el diálogo? Estas preguntas son fundamentales en la comprensión y resolución de conflictos políticos y sociales en la actualidad.
La excandidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, quien ha manifestado expresamente su apoyo al libertario Javier Milei recientemente ha expresado, en referencia a la situación económica, que: “lo que nos está pasando es el anuncio de la tragedia argentina que el día 19 explota. Está explotando antes, ojalá explote antes…”. Aquí nos encontramos con un pensamiento lineal que se ha mantenido a lo largo del tiempo, que se abrió camino con su militancia en Montoneros: Cuando peor, mejor.
Sin embargo, es importante recordar las palabras del Martín Fierro: “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera”. Enfatizando la importancia de la unidad y la cooperación, especialmente en tiempos de crisis.
El Papa Francisco también nos habla sobre la unidad, describiéndola como un don, una armonía, un camino y una misión. Donde la unidad no es simplemente el resultado de nuestros esfuerzos, sino un regalo del cielo. Es una armonía que se logra a través de la diversidad y se alcanza en el camino, compartiendo cada etapa del viaje.
Aplicando estas reflexiones al contexto político argentino, es crucial buscar la armonía entre las diferentes facciones políticas. La diversidad de opiniones y enfoques no debería ser vista como un obstáculo, sino como una oportunidad para aprender y crecer juntos. En lugar de enfocarse en las diferencias y crear divisiones, los políticos deberían esforzarse por encontrar puntos en común y trabajar juntos para el bienestar de nuestra patria y de nuestro pueblo.
Por último, es importante recordar la importancia de la unidad y la cooperación. Como dice el Martín Fierro, si los hermanos se pelean entre ellos, son devorados por los de afuera. En este sentido, los políticos argentinos tienen que tender puentes para mantenerse hermanados y trabajar en comunidad para enfrentar los desafíos económicos del país. Como sugiere el Papa Francisco, este camino hacia la unidad no será fácil, pero es un camino que vale la pena recorrer.
En la Carta Encíclica del Santo Padre Francisco sobre la Fraternidad y la Amistad Social, de octubre de 2020, nos dice: “cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros”.
Luis Gotte
Co-autor de “Buenos Ayres Humana, la hora de tu comunidad” Ed. Fabro, 2022.
Y “Buenos Ayres Humana, la hora de tu Intendente” en preparación.
Mar del Plata